25N: La Violencia Obstétrica y la Lactancia Rota. El papel de la tribu en la reparación.

Mañana 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, recordamos al mundo que la violencia machista tiene muchas caras. Recordamos a las hermanas Mirabal, asesinadas por su activismo en 1960, y extendemos su lucha a todas las formas de violencia que sufren las mujeres por el hecho de serlo.

Una de esas formas, que ocurre en el momento de mayor vulnerabilidad y poder de una mujer, es la violencia obstétrica.

El año pasado, en este mismo espacio, nos centramos en la importancia de nombrarla. Este año, el debate social y legal en España ha avanzado. Con una primera sentencia histórica que la reconoce y proyectos de investigación europeos como el IPOV (Vall d’Hebron) en marcha, ya no solo hablamos de qué es, sino de cómo la prevenimos y, sobre todo, cómo reparamos el daño que ha causado.

Porque la violencia obstétrica no termina en el paritorio. Sus secuelas pueden durar años y tienen un impacto directo en la salud mental de la madre y en el éxito de su lactancia.

La Fractura: Cuando el Parto Rompe la Confianza

La violencia obstétrica no es «un mal día del personal sanitario». Es un trato que anula. Es la infantilización («mamita, tranquilita»), el abuso verbal («si gritas así, molestas»), o la omisión del consentimiento informado en procedimientos invasivos.

Es, en esencia, un mensaje brutal: «Tu cuerpo no sabe», «No eres capaz», «No tienes el control».

Cuando una mujer recibe este mensaje durante horas, su confianza en la fisiología de su propio cuerpo se fractura. Y con esa confianza rota, sale del paritorio para enfrentarse al siguiente gran reto fisiológico: la lactancia.

¿Cómo vas a confiar en que tu cuerpo «sabe» producir leche, si te acaban de convencer de que «no sabe» parir?

La Consecuencia: La Lactancia Saboteada

En FEDALMA, lo vemos cada día. A nuestros grupos de apoyo llegan mujeres que no solo tienen dudas sobre el agarre; llegan con el peso de un parto traumático.

La violencia obstétrica sabotea la lactancia de formas muy concretas:

  • Separación Innecesaria: Se separa al bebé de la madre «para observarlo», interrumpiendo la «hora sagrada» y el inicio del vínculo piel con piel.
  • Suplementación sin Consentimiento: Se administra un biberón de fórmula o suero glucosado «por protocolo», sin el consentimiento informado de la madre y sin una necesidad médica real, interfiriendo en el establecimiento de la lactancia.
  • Impacto en la Salud Mental: Las madres que sufren esta violencia tienen un mayor riesgo de estrés postraumático. Una mente en estado de alerta, reviviendo el trauma, tiene enormes dificultades para conectar con el presente, con su bebé y con la calma que requiere la lactancia.
  • La Narrativa del Fracaso: La madre interioriza el mensaje: «Fracasé en el parto, ahora estoy fracasando en la lactancia».

 

Esta violencia es el primer eslabón de una cadena que acaba, demasiadas veces, en un destete indeseado.

El Horizonte: De la Evidencia a la Reparación

Afortunadamente, el muro de silencio se resquebraja. La investigación (como el proyecto IPOV) y la justicia (como la primera sentencia) empiezan a poner luz sobre esta realidad.

Pero mientras las leyes y los protocolos estructurales cambian —un proceso lento pero imparable—, la reparación debe empezar hoy. Y esa reparación es comunitaria.

Aquí es donde entra el papel fundamental de los grupos de apoyo.

La tribu es el antídoto directo a la violencia obstétrica.

  • Frente al aislamiento del paritorio, la comunidad del grupo.
  • Frente a la infantilización, el empoderamiento a través de la información.
  • Frente al juicio, la escucha radical.
  • Frente al «No puedes», el «Estamos contigo, claro que puedes».

El grupo de apoyo es el espacio seguro donde las mujeres pueden resignificar su parto, validar su dolor y, sobre todo, reconstruir la confianza rota en sus cuerpos. Es el lugar donde la lactancia, que fue saboteada por la violencia, puede sanar.

En este 25N, nuestro compromiso es doble: seguir luchando para que ninguna mujer más sufra violencia obstétrica y, mientras tanto, ser la red que sostiene, repara y acompaña a cada madre que la ha sufrido.

Si has vivido una experiencia que te ha hecho daño, no estás sola. No era «lo normal». Tiene un nombre. Y estamos aquí para escucharte.